sábado, 28 de marzo de 2020

6 Manapurna. Larkya pass 5140m



La noche anterior fue la mas dura a 3888m en Samdo, físicamente hablando, frío diarrea y vómitos. Para amanecer mellados en nuestras fuerzas y con la claridad de que el resto del equipo estaba igual o peor que nosotros. Decidimos caminar con calma para ver como respondiamos hasta los  4300m. Sí perdiamos una jornada mas, nuestra expedición se tambaleaba, no teniamos días de reserva ni plan B. El mejor dia se estaba convirtiendo en el peor...

Las palabras de Raul en el video dan cuenta de nuestro estado.

El día


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Amanecimos temerosos de movernos, de alimentarnos y de comenzar a pedalear, tanto es así, que fuimos los últimos en arrancar aquella fría mañana en Samdo donde vimos pasar hasta la pareja de italianos en bici que desde hacía días nos precedían en el camino y que ayer mismo habíamos alcanzado.

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Solo había un destino que seguir y como todas las mañanas lo iniciamos.  Poco a poco fuimos sobrepasando a los grupos de alemanes a pie y a la pareja de Italianos y sus bicis, hasta llegar a Dharmasala a 4300m a las 10:00AM en mucho menos tiempo del previsto.

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A casi 4800m encontramos esta choza donde nos sirvieron un te y encontramos a 2 americanos recuperando fuerzas en la tienda amarilla.

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Era el último y precario campamento formado por barracones y tiendas de campaña antes de afrontar el Larkya pass, por tanto, un punto de no retorno. El guía y los porters no querían pasar una fría noche mas tan arriba y nos animaban a atacar el paso. Nosotros estábamos divididos a partes iguales por las secuelas del virus.

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Estas discusiones al límite físico sacan lo peor de cada uno y finalmente tras un buen rato de argumentos y razones para todos, tiramos hacia arriba.  Las morrenas glaciares que ayer veíamos por encima de nuestras cabezas hoy iban quedando por debajo, mientras ascendíamos por polvorientos caminos hacia unos collados que pronto descubrimos como la morrena más caótica y gigantesca que jamás olvidaremos.

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Fueron 4 horas y media en la que terminamos porteando entre grandes bloques de piedra, donde la respiración condicionaba nuestros pasos agónicos. Cada uno caminaba y pedaleaba a ratos en la medida de sus posibilidades tratando de no bajar el ritmo y de no separarnos demasiado.

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El camino a seguir se intuye a base de unos altos postes a veces adornados por banderas de oración, que servirán de referencia en invierno cuando todo este cubierto por la nieve. Finalmente, un gran hito de piedras adornada por miles de banderas de oración nos confirma que hemos alcanzado el Larkya pass a 5106 m. Esta imagen que tantas veces habíamos visto en nuestras pantallas se nos muestra ahora real, el decorado se hacía realidad. Jadeantes, Raúl y yo, con dificultades para hablar, apoyamos nuestras bicis, gritamos y nos abrazamos de alegría conscientes del reto logrado.

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En unos minutos llega el resto de grupo, mientras nos abrigamos y sacamos las fotos de rigor. No hay tiempo para más, enseguida nos ponemos en marcha ya que el sol se acerca peligrosamente al horizonte.  Por delante 9 kilómetros para descender hasta los 3700m, siendo optimistas calculamos hora y media de luz.

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Pronto vemos que no será una bajada fácil ya que la morrena es muy técnica, empinada y tiene muchísima piedra suelta, que unido a nuestro agotamiento complica el desenlace. Para colmo la tija hidráulica de Raúl y el freno delantero de Joseba no quieren funcionar lo que nos obliga a una reparación de emergencia con final feliz. Nadie sabe nada de Rubén, con mucho frío y malas sensaciones se tiró para abajo en el collado.

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Con las 3 máquinas ya funcionando vamos encadenado metros de descenso con mayor o menor éxito, intentado saborear la morrena Salpudanda, rodeados de unos paisajes muy difíciles olvidar y que hasta ahora tan solo las revistas y webs nos habían mostrado. Tras salir de la morrena llegamos a un difícil camino sembrado de rocas al que tampoco vemos final. Creo que llevamos el equivalente a tres jornadas de ruta en un solo día.

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No tenemos temple para afrontar los pasos más complejos y nos bajamos a la mínima duda, una caída a estas horas sería grave. Aun sobrepasamos algunos caminantes que todavía llegaran más tarde al campamento de Bhimtang 3700 m, que con todos los alojamientos completos descubrimos con sus luces al fondo del valle. Tras múltiples gestiones, nos pudimos acomodar en el suelo de un cobertizo de madera para pasar una fría noche más. A cambio tuvimos una de las mejores cenas que podemos recordar en un gran ambiente montañero. Donde grupos de occidentales con los que habíamos coincidido días atrás. se interesaban por nuestra aventura y situación. Habíamos superado una de las mayores dificultades del viaje en un estado físico lamentable y al límite de los horarios.  Estábamos tan agotados que aquella noche costo mucho conciliar el sueño por demasiadas cosas.

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jueves, 26 de marzo de 2020

5,5 Manapurna. Maldita noche

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Hoy no hay video, nadie tuvo fuerzas para grabar nada. Estábamos derrotados.....

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Maldita noche.


Todos los días tienen su noche y aquella en Shamagaon a 3500m, no la olvidaremos fácilmente. De madrugada nos cruzábamos silenciosos, camino de las letrinas iluminando con el frontal el frío patio del albergue, con muy malas caras y peores sensaciones que al amanecer se confirmaron. Tras ponernos a caminar tras el más triste desayuno del viaje, pronto comprobamos la incapacidad que nos provocaba un virus estomacal combinado con todos los síntomas del mal de altura. Un lento pedaleo donde salvar cualquier roca o subir una rampa se convertía en algo imposible. Tan solo pudimos recorrer 7,5 kilómetros y ascender 350m hasta la siguiente aldea, Samdo a 3900m, donde sin decir nada nos sentamos al sol junto al muro de una casa tratando de recomponer nuestros derrotados cuerpos. Los grupos de montañeros pasaban a nuestro lado con cara de sorpresa e incredulidad. Teníamos frio, dolores de tripa y una terrible jaqueca. La mala suerte eligió el peor día, antesala del Larkya pass 5100m, destrozo toda nuestra ilusión y nos metió el miedo en el cuerpo. 3 horas después, nada había cambiado, así que buscamos alojamiento y cobijo para dejar que las horas purgasen nuestros estómagos. Esa tarde la pase acostado en mi saco intentando que las horas se llevasen estas horribles sensaciones. Durante la cena nadie se atrevía a cerrar horarios para el día siguiente, estábamos derrotados por la montaña hostil.

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miércoles, 25 de marzo de 2020

5 Manapurna. A los pies del Manaslu, previo al Larkya pass.


Al retomar el trekking del Mannaslu nos volvimos a encontrar con muchos más caminantes y caravanas de mulas que condicionaban nuestra marcha. En estos estrechos senderos puede resultar muy peligroso coincidir con estos animales cargados de voluminosos fardos y que se asusten con las bicis. De nuevo el cañón del Budhi Gandaki nos dejaba maravillados, al atravesar milenarios bosques cuasi tropicales que crecían frondosos en los recodos del camino. Múltiples puentes tibetanos lo cruzaban, ascensos y descensos para salvar los desprendimientos que las lluvias del monzón provocan en las verticales paredes por las que discurre la ruta, por la que cada día íbamos ganado altura. Fueron jornadas de muy poca ciclabilidad. Por fin una mañana pudimos divisar el mítico Mannaslu, pasábamos ya de los 3300m y alcanzábamos un colosal valle donde los gigantescos glaciares vomitaban morrenas cuyas dimensiones nos resultaban imposibles de calibrar desde nuestra ignorancia. Estábamos a una sola jornada de su campo base y la doble cima nos hacía volver la mirada cada vez que el camino nos lo permitía. Por la mañana limpio e inmaculado el resto del día las nubes se le agarraban como queriendo preservar su belleza. Curiosamente estos caminos tan altos resultaron los más ciclables a pesar de la dificultad que la ausencia de oxigeno nos provocaba. Tantos años leyendo aventuras de intrépidos Himalayistas que osaban intentar coronar a por unos minutos sus casi inalcanzables cimas. Tanta gente que se ha dejado la vida en pos de sus sueños montañeros. Nos sentíamos dichosos, afortunados de poder pedalear en este valle al pie de colosos singulares. Cuyas dimensiones y dificultad nos abrumaban más si cabe, ahora que estábamos en el auténtico regazo de los dioses. Siempre nos hemos considerado pequeños en las montañas, pero hoy somos ínfimos.

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Esta fue nuestra primera vez, no habia duda era el.

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Al otro lado de este puente un apacible valle a los pies del Manaslu.



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Esto es Sama a 3520m, el ultimo pueblo grande a una jornada del campo base del Manaslu.

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Estas son las calles de Sama, la mayoria de sus habitantes Tibetanos que huyeron  tras la invasion China.

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Esa tarde nos la pegamos mirandolo. Curiosamente la cima mas alta es la de la Izquierda al fondo.

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A la salida de Sama camino del Larkya pass este hombre intenta ganarse la vida vendiendo algo de artesania. 3700m

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lunes, 23 de marzo de 2020

4 Manapurna. Mu Gompa, bajando Tsum valley


 Las autoridades tan solo nos permitieron subir hasta el pequeño monasterio de “MU-Gompa” a 3700m ya muy cerca de la frontera, donde pudimos disfrutar de un cielo azul y de las colosales montañas que nos rodeaban. Dormir a 3300 y 6 grados nos sirvió como parte de los ciclos de aclimatación para nuestros futuros retos. En el regreso disfrutamos de 2 días de bajadas espectaculares, con tramos muy muy expuestos de senderos y de pasarelas vertiginosas en los cañones del rio Shiar. Atravesando pequeñas aldeas donde el tiempo estaba detenido y la gente vivía de la manera más básica que podáis imaginar. Donde conseguir traer una puerta, ventana de cristal o techo de chapa para construir una casa es algo muy complejo, casi todo se fabrica in situ de manera muy rudimentaria. Donde niños y mayores salían al camino de sus aldeas al vernos llegar montados en nuestras maquinas, cual extraños artefactos venidos de otra época.  El Tsum valley resulto un verdadero viaje en el tiempo a una época donde no existen las comodidades y que casi nos hace olvidar de donde venimos.

Al retomar el trekking del Mannaslu nos volvimos a encontrar con muchos más caminantes y caravanas de mulas que condicionaban nuestra marcha. En estos estrechos senderos puede resultar muy peligroso coincidir con estos animales cargados de voluminosos fardos y que se asusten con las bicis. De nuevo el cañón del Budhi Gandaki nos dejaba maravillados, al atravesar milenarios bosques cuasi tropicales que crecían frondosos en los recodos del camino. Múltiples puentes tibetanos lo cruzaban, ascensos y descensos para salvar los desprendimientos que las lluvias del monzón provocan en las verticales paredes por las que discurre la ruta, por la que cada día íbamos ganado altura.

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La Basa Mora.

 Ultimas luces en el Ibon de Plan. Dicen las gentes de la Val de Chistau que antiguamente, en tiempos de conflicto y violentas luchas entre ...