La noche anterior fue la mas dura a 3888m en Samdo, físicamente hablando, frío diarrea y vómitos. Para amanecer mellados en nuestras fuerzas y con la claridad de que el resto del equipo estaba igual o peor que nosotros. Decidimos caminar con calma para ver como respondiamos hasta los 4300m. Sí perdiamos una jornada mas, nuestra expedición se tambaleaba, no teniamos días de reserva ni plan B. El mejor dia se estaba convirtiendo en el peor...
Las palabras de Raul en el video dan cuenta de nuestro estado.
El día
Amanecimos temerosos de movernos, de alimentarnos y de comenzar a pedalear, tanto es así, que fuimos los últimos en arrancar aquella fría mañana en Samdo donde vimos pasar hasta la pareja de italianos en bici que desde hacía días nos precedían en el camino y que ayer mismo habíamos alcanzado.
Solo había un destino que seguir y como todas las mañanas lo iniciamos. Poco a poco fuimos sobrepasando a los grupos de alemanes a pie y a la pareja de Italianos y sus bicis, hasta llegar a Dharmasala a 4300m a las 10:00AM en mucho menos tiempo del previsto.
A casi 4800m encontramos esta choza donde nos sirvieron un te y encontramos a 2 americanos recuperando fuerzas en la tienda amarilla.
Era el último y precario campamento formado por barracones y tiendas de campaña antes de afrontar el Larkya pass, por tanto, un punto de no retorno. El guía y los porters no querían pasar una fría noche mas tan arriba y nos animaban a atacar el paso. Nosotros estábamos divididos a partes iguales por las secuelas del virus.
Estas discusiones al límite físico sacan lo peor de cada uno y finalmente tras un buen rato de argumentos y razones para todos, tiramos hacia arriba. Las morrenas glaciares que ayer veíamos por encima de nuestras cabezas hoy iban quedando por debajo, mientras ascendíamos por polvorientos caminos hacia unos collados que pronto descubrimos como la morrena más caótica y gigantesca que jamás olvidaremos.
Fueron 4 horas y media en la que terminamos porteando entre grandes bloques de piedra, donde la respiración condicionaba nuestros pasos agónicos. Cada uno caminaba y pedaleaba a ratos en la medida de sus posibilidades tratando de no bajar el ritmo y de no separarnos demasiado.
El camino a seguir se intuye a base de unos altos postes a veces adornados por banderas de oración, que servirán de referencia en invierno cuando todo este cubierto por la nieve. Finalmente, un gran hito de piedras adornada por miles de banderas de oración nos confirma que hemos alcanzado el Larkya pass a 5106 m. Esta imagen que tantas veces habíamos visto en nuestras pantallas se nos muestra ahora real, el decorado se hacía realidad. Jadeantes, Raúl y yo, con dificultades para hablar, apoyamos nuestras bicis, gritamos y nos abrazamos de alegría conscientes del reto logrado.
En unos minutos llega el resto de grupo, mientras nos abrigamos y sacamos las fotos de rigor. No hay tiempo para más, enseguida nos ponemos en marcha ya que el sol se acerca peligrosamente al horizonte. Por delante 9 kilómetros para descender hasta los 3700m, siendo optimistas calculamos hora y media de luz.
Pronto vemos que no será una bajada fácil ya que la morrena es muy técnica, empinada y tiene muchísima piedra suelta, que unido a nuestro agotamiento complica el desenlace. Para colmo la tija hidráulica de Raúl y el freno delantero de Joseba no quieren funcionar lo que nos obliga a una reparación de emergencia con final feliz. Nadie sabe nada de Rubén, con mucho frío y malas sensaciones se tiró para abajo en el collado.
Con las 3 máquinas ya funcionando vamos encadenado metros de descenso con mayor o menor éxito, intentado saborear la morrena Salpudanda, rodeados de unos paisajes muy difíciles olvidar y que hasta ahora tan solo las revistas y webs nos habían mostrado. Tras salir de la morrena llegamos a un difícil camino sembrado de rocas al que tampoco vemos final. Creo que llevamos el equivalente a tres jornadas de ruta en un solo día.
No tenemos temple para afrontar los pasos más complejos y nos bajamos a la mínima duda, una caída a estas horas sería grave. Aun sobrepasamos algunos caminantes que todavía llegaran más tarde al campamento de Bhimtang 3700 m, que con todos los alojamientos completos descubrimos con sus luces al fondo del valle. Tras múltiples gestiones, nos pudimos acomodar en el suelo de un cobertizo de madera para pasar una fría noche más. A cambio tuvimos una de las mejores cenas que podemos recordar en un gran ambiente montañero. Donde grupos de occidentales con los que habíamos coincidido días atrás. se interesaban por nuestra aventura y situación. Habíamos superado una de las mayores dificultades del viaje en un estado físico lamentable y al límite de los horarios. Estábamos tan agotados que aquella noche costo mucho conciliar el sueño por demasiadas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario